miércoles, 29 de octubre de 2008

11 M

“Tanta gente que se va a trabajar, y de repente, como estamos aquí ahora, algo hace plas y se acaba todo”

La estación de Atocha, ubicada en el sur de Madrid, fue la primera estación de ferrocarril de la capital española. La inauguró la reina Isabel II en 1851.
Marzo de 2004 le abrió otra página en la historia. Pero una de dolor y luto. Madrid, 11 de marzo de 2004, 7.37 horas. Una bomba explota en un cercanías en la estación de Atocha. Apenas un minuto después se producen otras dos explosiones en el mismo tren. El caos y el desconcierto invaden los andenes y escaleras mecánicas de la terminal. Son las 7.38 cuando explotan otras dos bombas en un convoy en la estación de El Pozo y otra en Santa Eugenia. A las 7.39, cuatro explosiones más destrozan otro tren a 500 metros de Atocha. En apenas tres minutos, 10 bombas reescriben la Historia: Madrid acaba de sufrir el mayor atentado terrorista perpetrado jamás en España. 191 muertos y más de 1.500 heridos hacen imposible olvidarlo.
"Creía escuchar quejas, pero sólo veía muertos"
Roger Salas, español
"Vivo sobre la Travesía Tellez, a unos escasos 50 metros de donde explotó el tren que entraba en Puerta de Atocha. Ya pasaron once horas y todavía no logro reponerme.
"Eran las 7.45 y estaba durmiendo con mi compañero cuando escuché la primera explosión. Pensé que era un choque de trenes, pero inmediatamente sonó una segunda carga. Entonces le dije a mi compañero que eso era un atentado.
"Como español y como buen periodista, bajé sin dudarlo junto con mi compañero. Entonces nos encontramos con las primeras unidades de emergencia, que nos pidieron que colaboráramos acercándoles agua y mantas, que los vecinos estaban tirando desde los balcones.
"Había un olor extraño en el ambiente, una especie de viento y olor sulfuroso. Teníamos miedo, pero aun así nos acercamos hasta unos 10 metros del tren.
"A lo largo de la formación se observaban cuatro boquetes. La gente corría shockeada. Vimos miembros de cuerpos humanos esparcidos por todo el lugar.
"Uno de los que caminaban sin sentido era un joven discapacitado con una mochila colgada de su espalda y un teléfono celular en la mano que lo único que preguntaba era dónde estaba Atocha.
"No puedo olvidar que tenía la sensación de escuchar a personas quejándose, aunque todo lo que veía eran muertos."
“Seguían sonando los celulares de las víctimas"
R. Alvarez Beltrán, periodista argentino
"Como cada mañana, hoy me dirigía a la radio donde trabajo en Madrid desde hace un año. Al salir a la calle (Paseo del Prado) la fotografía cotidiana que se presentaba ante mis ojos era de sangre y dolor. Vivo a escasos cien metros de Atocha.
"En mi carrera de periodista me había tocado cubrir los dos atentados terroristas ocurridos en Buenos Aires contra la embajada de Israel y la AMIA. A pesar del dolor que me produjo aquello, puedo decir que ésta ha sido la ocasión en la que el dolor ajeno me ha desgarrado el alma.
"De pronto, sin siquiera imaginarlo me encontré con gente ensangrentada tirada sobre la acera, con rostros desencajados, en un momento cuando los ciudadanos van a trabajar. Era terrible escuchar cómo los teléfonos móviles de las personas ya sin vida seguían sonando; tal vez era la llamada de algún familiar que sabía o imaginaba que esa persona había tomado aquel tren para llegar a su trabajo.
"Cien metros más arriba de la estación Atocha se encuentra el Parque del Retiro, algo así como Palermo. Hoy ese aire olía a humo, a carne quemada. Ya no se oía el trinar de los pájaros que pueblan sus arboledas; el pulular de las sirenas de policías y de ambulancias se apoderó de él.
"De pronto, la ciudad que anoche se presentaba fuerte, vigorosa e iluminada, hoy, a pesar de la luminosidad del día, se muestra opaca, casi gris. En dos oportunidades lo he visto de lejos, pero hoy, me ha tocado a mí."

Monument en memòria de les víctimes, estació d’Atocha