domingo, 2 de noviembre de 2008

El cambio

La historia no acaba de decirnos de forma inequívoca quién cambia a quién en la política. ¿El político que propone el cambio o, por el contrario, el ciudadano que, con su cansancio, termina dejándole la cabeza de la manifestación al político que dice personificar el cambio?
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Uno de los cambios políticos más apasionantes de la historia reciente es el que protagonizó John F. Kennedy en las elecciones de 1960. Kennedy llegó a la Casa Blanca después de haber convencido a buena parte del electorado de que sería un mandatario que no iba a adaptar su política al mundo, sino que sería el mundo el que debería adaptarse a su política. ¿Fue Kennedy, entonces, quien hizo el cambio o fue el político que supo darse cuenta a tiempo, antes que nadie, de que era el cambio lo que querían los ciudadanos? Kennedy supo explicar la necesidad del cambio, y el cambio se hizo, aunque, después del magnicidio, todo siguiera igual o peor.

El historiador Arthur Schlesinger jr., uno de los asesores de Kennedy, teorizó sobre los ciclos de la vida política estadounidense. Para Schlesinger, en el siglo XX estadounidense se dio una alternancia generacional que resucitó a los liberales (una variante socialdemócrata, para entendernos) cada treinta años. Y con los conservadores, naturalmente, pasó lo mismo. De esta manera, a Theodore Roosevelt, reformista en la escena interior, le siguieron Franklin D. Roosevelt, el artífice del new deal,que salvó el capitalismo estadounidense en los años treinta; Kennedy, el presidente de la nueva frontera;Lyndon B. Johnson, diseñador reformista de la gran sociedad,y Bill Clinton, quien se adaptó a la marea republicana y dio por finalizada la era del gran gobierno.

Parece que Barack Obama, según los sondeos, no tendrá que esperar a que pasen treinta años desde la primera victoria electoral de Clinton, en 1992. El senador por Illinois es brillante y despierta pasiones. No es menos cierto, sin embargo, que en sus escritos destaca a menudo porque presenta las dos caras de un problema sin llegar a una conclusión inequívoca. Y también parece claro que la imagen de naturalidad que proyecta ha logrado difuminar su ambición. Pero Obama ha sabido explicar la necesidad del cambio.

Nada después de Bush puede ser peor, pero ¿estamos ante un gran punto de inflexión? Los demócratas, tradicionalmente identificados con el gran gobierno, están convencidos de que el electorado está ahora dispuesto a cerrar el ciclo republicano y a votar a Obama, que es la apoteosis del universalismo demócrata. Obama no sólo es diferente porque lleve un apellido africano, su segundo nombre sea árabe, tenga antepasados musulmanes y sea medio blanco y medio negro. Obama es diferente porque representa el cambio, ya que se ofrece como un palimpsesto, un manuscrito en el que muchos, sean estadounidenses o no, ya han superpuesto sus deseos de cambio. Xavier Batalla